Por el Dr. Eduardo "Negro" Soares
Las luchas revolucionarias no son sencillas ni gratis, eso los mas viejos lo sabemos bien.
No solo nadie regala nada, y además, las burguesías, las oligarquías, el Imperialismo son los que impiden que nadie regale nada.
Los que alguna vez intentamos ser revolucionarios solemos ser bastantes liberales, el enemigo jamás.
Si sabrán de eso las generaciones y generaciones que nos precedieron en las luchas tanto en la Argentina como en el mundo.
Las luchas revolucionarias y sobre todo sus inicios, suelen ser ingratas, como lo son sus derrotas.
Y por si fuera poco, la mayoría, la inmensa mayoría fracasan, son derrotadas, exterminadas, y hay que empezar de nuevo, en las peores condiciones porque para peor, ni siquiera se puede empezar con lo que quedó puesto que los que no fueron destruidos suelen /solemos quedar en las peores condiciones de modo tal que ni servimos para nuevos procesos.
Nos aterrorizamos, nos quebramos, traicionamos, nos vamos con el enemigo que combatimos, nos retiramos definitivamente y en especial: no trasmitimos nada a los que vienen.
Y trasmitimos lo peor de nosotros.
Y los que nos vienen por detrás carecen de punto de apoyo, de historia desde donde partir.
Así son las luchas revolucionarias generalmente, con esas características, con esas limitaciones.
Decía que las derrotas son terribles por sus consecuencias, pero a veces no lo son menos los inicios, y sobre todo cuando se inicia a partir de derrotas anteriores.
El enemigo imperialista campea a sus anchas, puede decir cualquier cosa de los incipientes revolucionarios y todos lo creerán, hasta las izquierdas creen o se hacen carne de lo que el enemigo dice.
Muchas veces el enemigo utiliza a los derrotados anteriores para hacer frente a los que empiezan de cero, a los que se animan a la audacia de pretender un país sin explotadores ni explotados.
Recuerdo que hace como quince años un grupo intentó ejecutar en la Argentina a un torturador, a un genocida, ex comisario de policía y médico, que participaba no solo en los partos de las compañeras embarazadas sino también en la expropiación de sus bebés. No alcanzó a matarlo, pero lo dejó muy mal herido.
Y recuerdo las puteadas de muchos "del campo nacional y popular", los repudios de algunos organismos de DD. HH., el desmarque de partidos "de izquierda", incluso hasta el repudio de alguno / a que fue torturado por ese mismo comisario.
Cada uno de nosotros podemos estar o no de acuerdo con el hecho, pero de ahí a repudiarlo en los términos en que se vio que se hacía era inconcebible para quienes habíamos vivido en otra Argentina.
Era la época de Menem y pasaban cosas peores.
Pero nada de eso debe extrañar ni complicarles la vida a quienes tienen el coraje de abrazar la causa de la revolución, deben saber que los inicios son ingratos y que las derrotas son una pesadilla.
Y empezar de nuevo una locura.
Si los jóvenes que quieren llevar adelante una revolución que tienda a lograr un país sin explotadores ni explotados pueden entender eso las cosas les serán mas sencillas, menos difíciles de explicar y no tendrán que enredarse en verdaderos dolores de cabeza que ni explicación psicológica admiten.
Las luchas o las guerras revolucionarias son así. Tienen esas características.
Los iniciadores serán puteados por el enemigo un poco, pero sobre todo por los mas cercanos, por los traidores, los quebrados, los que dicen una cosa y hacen otra, los que están en otros proyectos.
Y sobre todo por aquellos a los que la sola posibilidad de que esos iniciadores puedan llegar a ser opción real por su claridad política, su entereza, su coherencia y su valentía los aterroriza porque los sacaría del juego de democracias controladas y de aceptaciones de las reglas del capitalismo.
No es fácil, pero si existe la posibilidad de que ocurra que lleguen a ser opción de poder, es mejor putearlos, vilipendiarlos, ignorarlos o hasta aplaudir cuando son duramente golpeados por el enemigo.
En otros casos ocurre al revés, y el mejor ejemplo es Trelew.
Cientos de miles de jóvenes engrosaron las filas de las organizaciones revolucionarias en la Argentina a partir de la masacre de los compañeros capturados en Trelew.
Ahí, no pudieron los reformistas, los quintacolumnistas, los contras, los que siempre dijeron que "no había aún condiciones" para la lucha revolucionaria.
En el caso de Trelew fue todo lo contrario.
Y hablando de Trelew tenemos casi diez años después un ejemplo opuesto.
Opuesto por las características de la solidaridad inexistente y opuesto por la entereza mostrada por su principal protagonista.
Me refiero a Ricardo René Haidar, el "Turco", sobreviviente y heroe de Trelew.